lunes, 26 de mayo de 2014

LA LEYENDA DEL ZURQUI. Frank Barrios Gómez.


Costa Rica, cuna de la democracia latinoamericana, está conformada por una pequeña extensión de 50.100 km2. Ubicada en la franja central del continente americano, ofrece una vasta red de diversiones para propios y visitantes.
Algo que llama la atención del mundo, es que en esa tierra llamada “La Suiza centroamericana” no existe ejército. Como en cualquier lugar del mundo, Costa Rica no escapa a la problemática que le aqueja. En 1948, el entonces golpista, José Figueres Ferrer, dio un golpe de estado ya que las elecciones entre Luis Rafael de la Trinidad Otilio Ulate Blanco y Rafael Ángel Calderón Guardia, resultando ganador el primero, fueron anuladas por el Congreso, lo que ocasionó ese golpe armado.
Se puso como presidente a Teodoro Picado, y fue derrocado por José Figueres Ferrer, quien 1 ½ años después del levantamiento armado, entregó la presidencia a Otilio Ulate, el ganador de las elecciones.
Entre las reformas de la Nueva República, el presidente interino José Figueres Ferrer, abolió al ejército. Cada 1 de diciembre se lleva a cabo esta celebración. Costa Rica, tierra pacífica, que ha soportado varias intromisiones en su gobierno, ha defendido su territorio levantando la bandera blanca de la paz, y ha rechazado cualquier tipo de ayuda militar que se le ha ofrecido, basándose en su firme creencia, de que primero debe agotarse el diálogo para eliminar asperezas.
Como todo pueblo de América, Costa Rica posee un rico historial en leyendas, siendo una de ellas la del Zurquí. Se trata de una zona boscosa, ubicada a 14 kilómetros de la capital, San José. Rica en flora y fauna, aunado a la explotación que se le ha dado para el turismo.
El visitante no puede pasar por alto ese hermoso lugar, donde se aprecia que el país es uno de los protectores de flora y fauna a nivel mundial. La práctica del rapel, es propicia para quienes gustan llevar a cabo descensos complicados que hacen aflorar la adrenalina.
El teleférico, permite que el visitante explore desde las alturas el vasto bosque montañoso, como si en realidad estuviera volando. Ya más tranquilos, después de una práctica que agota físicamente, el turista se puede degustar de los excelentes platillos culinarios que ahí se acostumbran.
La amabilidad de la gente de la región, hacen sentir al foráneo como si estuviera en casa, y cuando abandonan el país, siempre queda la nostalgia por volver a visitar el lugar y convivir con genta pacífica como lo es la de Costa Rica. (SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO. SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com)

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