Los amigos son como las estrellas que resplandecen en el firmamento.
En ocasiones las nubes las tapan, pero eso no es indicio que hayan
desaparecido. Cuando más se les necesita, vuelven a brillar con esa luz
propia que les caracteriza.
Un amigo es como un ángel
guardián que acude al llamado de auxilio que recibe. La amistad es un
tesoro que hay que cultivar constantemente, demostrándolo no sólo de
palabras, porque estas son como las nubes, que se las lleva el viento
más insignificante que sople en cualquier momento.
En una
fiesta o convivencia se llega a conocer mucha gente. La amabilidad se
manifiesta como por arte de magia, y se ofrecen para auxiliar en el
instante en que se les requiere. Pero cuando se les busca, quizá sólo
para saludarles, exponen mil y un pretextos para no dar la cara. Creen
que algo se les va a pedir y ahí es donde se conoce al verdadero amigo.
Claro está que muchos sólo visitan al conocido cuando necesitan de
un favor. Una vez conseguido lo que persiguen, no son capaces de
levantar el auricular del teléfono para externar el agradecimiento por
el logro obtenido. Lástima con este tipo de personas que no saben
cultivar una amistad, y una y otra vez continúan con su acción de no
externarle a su amigo, lo que obtuvieron gracias a su intervención.(SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO, SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com)