martes, 7 de octubre de 2014

EL VERBO Y LA ORACION (Frank Barrios Gómez.)



Cierto día un monje que cumplía con un retiro de varios años en las montañas, es agobiado por un pensamiento, “su anciana madre”. Tenía mucho tiempo de no tener noticias de su ella, y sospechó que la anciana estaba pasando por un sinfín de penalidades.
Decide abandonar su retiro espiritual, y emprende camino hacia la casa materna. Fueron varias semanas del trayecto para trasladarse hasta el destino trazado. Al llegar, gustoso saluda a su viejecita, y sorprendido le dice: “Madre por varios años estuve cumpliendo con un retiro, en lo mas profundo de la montaña. Prometí a Buda que llevaría a cabo esa penitencia, para liberarme de malos hábitos, que había contraído dentro de las paredes de mi habitación, en el monasterio.
“Angustiado abandoné ese destierro, porque de pronto me invadió la zozobra de que estabas pasando infinidad de necesidades –dijo el religioso- Son muchos años que tenía de no verte, y te pido me perdones por ser mal hijo. No he estado al pendiente de ti, dentro de mis posibilidades de religioso, pero de ahora en adelante, prometo que esa situación cambiará”.
“Pero al llegar aquí, me encuentro con un panorama diferente; gozas de excelente salud, y tienes abundante alimento. ¿Cómo le haces, madrecita?”. Concluyó el lama.
La ancianita, viendo con infinito amor a su vástago, pues eran muchos los años que tenían de no verse respondió: “Hijo mío, la madre naturaleza, siempre ha sido mi protectora y ha estado pendiente de mí. En todo momento, he seguido fielmente los consejos que me da, gracias a sus diferentes manifestaciones. Además me enseño un mantra (palabra de poder), que al aplicarlo, las piedras se convierten en pan, el cual me nutre y me otorga mucha vitalidad. Gracias a ello, no paso necesidades”.
El monje, gustoso de escuchar esa respuesta de su madre, le pide que le indique cuál es el mantra, y que lo pronuncie, para conocerlo.
Conforme escuchaba, reía por dentro al escuchar la pronunciación. Una vez que termina de escuchar, empieza a corregir a su mamá sobre cómo debe llevarse a cabo la entonación. Gracias a sus estudios de toda una vida, él sí sabía cómo llevar a cabo ese paso.
Después de varios días, la viejecita recitaba el mantra como le pedía su hijo. Y a la hora de invocar a la madre naturaleza, para que mediante la nueva pronunciación del mantra, le convirtiera las piedras en pan y nutrirse, éstas ya no se convertían en el alimento acostumbrado.
Ante los azorados ojos del monje, costándole aceptar que no se producía el milagro que antes llevaba a cabo su madre, le dice: “Madre, hazlo como tú sabes, y como sientas en tu corazón”. Vuelve la anciana a recitar como ella siempre lo había hecho, y de nuevo las piedras se convirtieron en pan.
SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO, SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com

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