miércoles, 7 de mayo de 2014

LOS TRES CONSEJOS. Frank Barrios Gómez.


En la vida quien escucha consejos llega a viejo. Muchos se quedaron en la orilla por no escuchar a sus mayores, creyéndose superiores y desoyendo la voz de la experiencia.
Para comprender algo, primero debemos experimentarlo en carne propia. Y esto no se aprende en los libros o escuchándolo. La experiencia es individual y aunque se quisiera transmitirla, no es posible porque se aprende de acuerdo a lo vivido.
Las generaciones no están dispuestas a hacer a un lado lo que tengan que vivir, a sabiendas que en muchas de las ocasiones les cause severos daños. Quieren experimentar lo nuevo, y no están del todo dispuestas a quedarse en la orilla, imaginándose cosas que han escuchado de terceras personas. Quieren vivirlo en carne propia para que nadie les cuente.
Reza una fábula el caso de una pareja de campesinos que vivía en lo intrincado de la montaña. Muy jóvenes decidieron unir sus vidas en matrimonio. Pero las oportunidades para sobresalir en esa tierra eran casi nulas.
Apenas les alcanzaba para lo indispensable. La fuerza del amor era lo que les hacía permanecer unidos. Pero no sólo de amor vive el hombre, por lo que el esposo, después de meditarlo mucho platica con su amada.
“Esposa mía, si continuamos en lo mismo, llegaremos a viejos sin haber hecho nuestro patrimonio. No es esto lo que yo quiero para ti. Llegará el momento en que la vida nos bendiga con hijos, y no estoy dispuesto a que continuemos viviendo en esta casa de carrizos, la cual en cualquier momento puede llevársela un fuerte aire o una inundación. O continuar laborando en las tierras de un tirano, por un salario que no alcanza más que todo para medio comer”.
“Yo te pido una cosa” –continúo el esposo- “Voy a ir a buscar fortuna. Te voy a dejar aquí, y pase lo que pase, prométeme que me esperarás y que me serás fiel, al igual que yo.”. Partiéndosele el corazón, la joven mujer apoyó a su esposo y sufrió mucho cuando lo vio partir. Pero sabía que él, lo que buscaba era lo mejor para ambos, y la familia que tendrían en un futuro.
Fueron muchos días los que caminó el joven campesino por lugares desconocidos, hasta que llegó a una hacienda donde ofreció sus servicios. El patrón al verle, sintió simpatía por él. Rara vez se equivocaba al conocer a una persona, y el muchacho inspiraba un aire de nobleza, trabajador y confiabilidad.
Aceptando el trabajo, el campesino hizo un trato con su patrón diciéndole: “Señor, agradezco mucho su confianza y sólo quiero pedirle lo siguiente: el tiempo que labore para usted, no me dé la paga. Deposítela en una cuenta de ahorro para que llegado el momento, cuando yo se lo pida, usted me libere de mis obligaciones y me entregue todo mi salario. Quiero ahorrar ese dinero, porque será para invertirlo en el patrimonio de mi joven esposa, que me espera a muchos días de aquí.
El patrón aceptó ese trato. Le parecía extraño, pero bastante cuerdo para quien quiere formar un patrimonio familiar.(SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO, SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario