miércoles, 21 de enero de 2015

La Columna "Sueños guajiros" Por Gerardo García‏ (La Razón )


Gerardo García‏

Decía alguien que el mayor riesgo que corre aquel que vive en la mentira, es que termine considerándola como verdad. Que asuman que les creerán sus mitos simplemente porque son estridentes. Que las cosas serán como dicen, simplemente porque su palabrería constante les genera una suerte de halo de verdad.
Lo que no es así.

Se mueve en la grilla local un pequeño grupo –que goza del apoyo abierto de un portal de noticias en internet abiertamente opuesto a todo lo que hay que oponerse en tanto no afecte sus intereses- de personajes que han circulado en algún momento por los círculos de poder estatales, que pretenden en principio acelerar el proceso sucesorio e incidir en el mismo. Lo hacen a través de la insidia, el rumor y aprovechando mitos geniales que no constituyen verdad. Argumentan sobre una realidad inexistente.
El presidente Enrique Peña Nieto no tiene, como tampoco lo tiene aún el gobernador Roberto Borge, un candidato a gobernador definido. Pese a que aseguran que en Los Pinos hay definiciones para un proceso que aún no comienza, la realidad es que en este momento lo cierto es que hay candidatos palomeados, aceptados por el alto mando priísta y que fueron la propuesta directa del gobernador Roberto Borge, para las elecciones federales que se celebrarán este año.
Y nada más.

Es un sueño guajiro asegurar que la selección de candidatos en el PRI obedece a reglas que hoy son caducas. Que los candidatos a las gubernaturas se construyen sólo en el ánimo del presidente. Lo que no es así. Si algo ha demostrado el presidente Peña Nieto no sólo es el respeto a las propuestas que realizan a nivel local sean gobernadores o las dirigencias partidistas locales en aquellas entidades donde son oposición, sino un gran pragmatismo. Se selecciona a quienes pueden ganar los comicios y constituyen una oferta de gobierno positiva. No por afectos o efectos de algún compadrazgo.
Los que pregonan lo contrario, aquellos que pretenden descarrilar la realidad a golpe de la insidia y la intriga, equivocan la estrategia. Golpean incluso a quienes dicen de ser sus voceros. Juegan a reventar una carretera que ya está bien pavimentada y que se construye en etapas.   

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