lunes, 26 de enero de 2015

La Columna "Martí Batres y la política de la diatriba" Por Gerardo García‏ (La Razón )


Gerardo García

   Es que hay quienes entienden así la política. Asumen, pues, que insultar o difamar a otros, es la mejor manera de granjearse simpatías. Que se avanza repartiendo estiércol. Que mientras más fuerte se grite, más votos se alcanzan. Que acusando a otros, pues, se pueden incluso lavar las cuentas propias.
   ¿Radicales?

   No, más bien convenientemente mentirosos.
   Martí Batres ha ganado espacios en la política mexicana no a golpe de talento, sino como el golpeador callejero que a punta de navajazos se hace de espacios. El dirigente formal de Morena, ese partido político que no es sino el aparato con el que Andrés Manuel López Obrador se ha hecho de recursos públicos, vía financiamiento partidista, para sostener su eterna campaña presidencial, no tiene en su palmarés muchos aciertos que hayan significado avances para el país sea en términos políticos o sociales. Constante saltimbanqui, ha sabido traicionar a todo aquel que lo ha impulsado en su carrera. Olvidadizo por conveniencia, es capaz en estos días de olvidar que gente de su partido –el tristemente célebre Lázaro Mazón, ex alcalde de Iguala, ex secretario de Salud en Guerrero y quien fue el hombre de López Obrador y Morena en aquel convulso estado- fue la que consintió y protegió al homicida de los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa –José Luis Abarca- y ahora se pretende envolver en la bandera de protector de los padres que protestan en todo el país por lo acontecido con sus hijos en Iguala. Propietario, pues, de un cinismo propio de aquellos que no conocen de eso que algunos llaman rubor.

   ¿Conoce Martí Batres lo que sucede en Quintana Roo?
   En absoluto. Más allá de algunas visitas turísticas, este personaje no ha tenido mayor contacto con aquellos que militan o están cerca del proyecto de Morena en este estado. Ello no le impide, sin embargo, a lanzarse en una campaña en pos de tratar de ganar votos a golpe de estridencia en la entidad. Por ello, sin rubor alguno, acusa de satrapía o de cochinadas a todo el que considera su enemigo. Lanza acusaciones sin sustento, aderezándolas con un lenguaje mucho más propio de un golpeador callejero que de un dirigente de un partido político. Pretende, pues, basarse en una campaña de insultos, antes siquiera de preocuparse en conocer la realidad social del estado y plantear mejor algún tipo de propuesta.     

   Pero así es él.
   Lo que escuchamos de Martí Batres presagia en efecto el tipo de campaña que pretenderán sostener. De cómo buscarán ganar espacio y votos a costa del insulto y la guerra sucia.

Mal presagio.
 
 Cuentos del cambio

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