sábado, 3 de mayo de 2014

CÓMO ME CONVERTÍ EN BOXEADOR. Iera. parte. Frank Barrios Gómez.


Es una pregunta que todavía mucha gente me hace. Dicen que soy muy tranquilo y nunca me han visto enojado. Respondo que como humano, respondo a los estímulos como cualquiera. Pero también tengo mis rachas, sólo que sé controlar mi temperamento. Hasta yo mismo me pregunto cómo fue que ingresé al mundo de las orejas de coliflor y narices chatas, si nunca pasó por mi mente ese tipo de ideas.
Me remonto a cuando yo era niño, 7 años en adelante. Hasta el más chaparro y flaco me daba tremenda felpa. Nunca busqué pleito alguno, pero más de uno, con tal de lucirse lo hacía conmigo.
En la escuela primaria, cuando alguien me pegaba, iba llorando a buscar a mi amigo Franco Chacón, y le exponía el caso. De inmediato me decía que le señalara quién me había golpeado, y como él sí era bueno con los puños, después de reclamarle el por qué me había agredido se los sonaba bonito, con la advertencia de que si volvía a meterse conmigo, ya sabía a lo que se atenía.
En sexto grado de primaria, con 12 años de edad, el más chaparro del salón me dio una buena paliza. El más alto del grupo era muy amigo mío y sin poder hacer nada me decía: “Barrios, cómo es posible que hasta el más enano del grupo le pegue a usted”.
Más de uno me humillaba en donde me encontrara. Hasta me hacían bajarme de la banqueta, porque no me permitían pasar por la de su casa. Decían que debía hacerlo por el lado de la calle
Me quitaban lo poco que yo llevaba. Dinero, casi nunca porque no lo tenía. Comida, la poca que yo iba saboreando por la calle. Así fueran enanos, siempre me agarraban de puerquito.
A los 12 años de edad, por defender a mi hermano Denis, ahora Pastor Bautista, uno de los matones del barrio y peleador callejero, un negrito de nombre Arturo, me dio tremenda felpa al grado de hacerme sangrar. Quienes vieron la contienda, se compadecieron y nos separaron, enviando a cada quien a sus casas.
A los 15 años de edad empecé a laborar en la Coca Cola de Pto Limón. Un día llevaron unos guantes al trabajo, me pidieron que me los pusiera y eran grandes las felpas que me daban. Pero yo nunca echaba un paso atrás, y aunque me daban duro, sin importar tamaño, peso o edad del contrincante, siempre iba hacia adelante.
Al poco tiempo, llegó al lugar de trabajo un promotor que había sido boxeador profesional, “Luchín Cohen”. Buscaba prospectos para enseñarles a boxear, y de inmediato, los compañeros me llamaron para que platicara con él. Me preguntó si sabía boxear. Le respondí que no, a lo que me respondió que me llevaría con alguien que me enseñaría.
Acordamos ir a un lugar donde entrenaban boxeadores, en un salón de Piuta, carretera a Portete. Recuerdo que cuando llegué, le dice al entrenador, en ese entonces, de apellido Chester: “entrénalo porque pelea en 2 semanas”. A lo que recibe por respuesta: “Está usted loco. Este muchacho no sabe pelear, y para subir al ring, necesita por lo menos 3 meses de preparación”. Y así fue como ingresé al duro mundo del box.
(SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO, SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario