sábado, 9 de noviembre de 2013

LA LEYENDA DE LA YERBA MATE. Frank Barrios Gómez.


Paraguay, país hermano del sur de nuestro continente, posee una rica cultura sobre sus leyendas. En el campo, al terminar la jornada laboral, los lugareños suelen sentarse a orillas de una fogata, donde por las noches, los hombres sabios (viejos) deleitan a todos con las historias que caracterizan a la región.
En ese hermoso país, existe una planta conocida como “Yerba Mate”. Los colonizadores, al llegar a América quedaron sorprendidos por las cualidades que se obtienen al ingerir esta bebida, que los habitantes de la región coinciden en decir que se trata de un regalo del padre Tupá, el Divino Creador.
El nombre botánico de la planta es “Lles paraguariensis” cultivada en la región oriental de Paraguay, a ambos lados de la sierra del Amambay y Mbaracayú, los Tupí-guaraní la ingirieron en forma de té.
A la bebida suele llamársele “mate”. Es energética, actúa como un estimulante natural por la cafeína que posee, fortalece la memoria, activa el aparato locomotor, diurética, es un complemento dietético (no engorda), además de ser rica en vitaminas y minerales.
Como suelen decir los mayores, el padre Tupá se compadeció de los mortales, y permitió que los dioses les premiaran dándoles esta planta, para que fueran auxiliados en sus necesidades.
Cuenta la leyenda que cierta noche, Yasi, la luna, miraba con curiosidad la espesura de los verdes bosques. Se sentía intrigada por lo que pudiera encontrar debajo de ese follaje verde, producto de los árboles que forman las montañas.
Decide bajar a investigar, ya que no quería hacerlo sola e invita a Arai, la nube rosada que pinta el crepúsculo antes del anochecer. “Notarán nuestra ausencia”, dijo Arai, un poco temerosa por abandonar el cielo, además de conocer hasta qué punto son capaces de llegar los humanos, con tal de lograr sus mezquinos objetivos.
Pero Yasi la tranquilizó, diciéndole que las únicas que se enterarían de esa ausencia serían sus hermanas, las nubes, quienes estaban dispuestas a cooperar y para el día acordado, se juntarían al grado de tornarse negras, como si anunciaran un torrencial aguacero. De esa manera, no tendría que pintar de rosado las nueves durante el crepúsculo, y tampoco notarían la ausencia lunar.
Con esa respuesta la nube rosada, Ari, se tranquilizó y acordado el día, en complicidad con las demás nubes, bajaron las 2 divinidades al bosque. Les causaba curiosidad caminar sobre el pasto verde, sentir el aire cálido acariciándolas, y sus cuerpos etéreos, aún permanecían luminosos como si se tratase de luciérnagas.(SI DESEA EL ARTÍCULO COMPLETO, SOLICITARLO A: laratrejo@hotmail.com)

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