lunes, 24 de noviembre de 2014

UN LLAMADO A LA CONCIENCIA. ( Frank Barrios Gómez)



Estamos viviendo épocas difíciles en todo el mundo. No es posible que nuestro planeta Tierra, con una extensión aproximada a los 510,065.284.702 km2, con una población que rebasa los 7 mil 500 millones de habitantes, nos estemos matando unos contra otros.
El hombre, en su sed de ambición, ya no se conforma con erradicar especies de la flora y fauna hasta su extinción, ahora se dedica a eliminarse entre sí mismo.
Esto es el colmo de los colmos, uno de los planetas más pequeños del Universo, lleno de una horda de salvajes, que demuestran estar llenos de odio, rencor y venganza, que ha perdido los valores morales, y hasta reniega de su Creador.
¿Hasta dónde hemos llegado? Mientras unos dicen que ya tocamos fondo, y que estamos saliendo del fango, la verdad nos dice que el hombre es feliz dentro de ese fango, y no hace siquiera el intento por salir de él.
En todo lado se habla de guerra, y pueblos que no están conformes con su gobierno. Los países poderosos, hablando bélica o financieramente, también arrastran fuertes problemas, que la verdad no se ve para cuando salgan de ellos.
Y qué puede esperarse de las naciones, donde escasamente un burócrata gana la ruisoria suma de 20 dólares americanos al mes. Será suficiente este salario para subsistir y mantener a una familia.
El mundo está de cabeza, eso nadie puede dudarlo. Por un lado, si no se tiene la presión de la problemática mencionada, aparece la de un gobierno que amenace con lanzar bombas atómicas sobre una potencia, y de antemano se sabe, que el agredido no se quedará con las manos cruzadas y tendrá que defenderse, lo que hará que los aliados tengan que formar filas y reprender al agresor, y eso lo que puede ocasionar, es una guerra nuclear, lo cual no conviene a nadie ni en estos momentos ni nunca.
El buen juez empieza por su casa, reza un sabio refrán. Candil en la calle, y oscuridad en su casa. Eso se aprecia siempre. Jefes de familia que ante la sociedad son benefactores, en sus hogares se respira un aire de desarmonía, y lo peor del caso, es que no hacen nada por trascender esa situación.
Mientras que sus cónyuges e hijos ya no soportan ese tipo de ambiente, él o ella, se la pasan arreglando problemas ajenos, para quedar bien con quien menos debe importarle (la gente), ya que la primicia debe ser con la familia. Desde aquí se nota que existe un desequilibrio que a lo único que conducirá, es a la disolución de esa familia. (SOLICITA EL ARTÍCULO COMPLETO A: laratrejo@hotmail.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario